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En más de una ocasión me hago eco
en el túnel de mi admiración por todas las mamás del mundo.” Madres ejemplares,
mujeres fuera de lo común” ha sido y es una de las entradas más aplaudidas de
mi blog. Tengo la suerte de conocer a más de una de estas mamás, las que yo
llamo las GEO de las madres y de las que me acuerdo cuando hay días de esos que
tenemos todos y que son más grises. Voy a llamarla Lucía. No es mi amiga,
nuestras hijas pequeñas sí lo son. Coincidieron juntas en sus clases de
natación y juntas comparten ahora clases
de ballet. Tres años en los que nos hemos ido viendo día sí, día también,
enlazando saludos, diálogos breves sobre el tiempo o las actividades de las
niñas. Sé dónde trabaja, es auxiliar de enfermería de apoyo en un colegio para
niños con dificultades, no sé donde vive, ni qué aficiones tiene. Forma parte de mi universo cotidiano. Una mamá
que como yo corre y lleva el día a día de su pequeña.
La otra tarde cambiábamos a
nuestras bailarinas, la una al lado de la otra. La encontré cambiada, cansada
quizá, se lo dije y me sonrió. Debe ser el corte de pelo, le dije. Te favorece,
eso sí. Su niña le guiñó un ojo y me dijo “es que mami tiene un secreto, se
llama cáncer pero se va a curar”. El pequeño
vestuario de la clase de danza se hizo enorme y yo me sentí diminuta y absurda.
Abracé a Lucía. Mejor, me abrazó ella a mí. “Por supuesto que mami se va a
curar, pequeña”. Antes, ni un atisbo de tristeza, ni una queja. Lucía está
enferma pero es una supermamá que tiene un pequeño secreto que le ha confiado a
su pequeña. Juntas, madre e hija, van a superar este obstáculo. Sé que van a
hacerlo. Por ello pido.
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