miércoles, 26 de febrero de 2014

Una fiesta de cumpleaños diferente


Flores, tiestos y tierra. Las Jaras, Valdepeñas
Ilustración Daniela Martínez 
Esta preciosa ilustración es de mi artista más admirada. Mi pequeña Pizpireta ha cumplido 8 años este fin de semana. A su edad, no hay día más esperado; comparable sólo al de los Reyes Magos. Así que llevaba yo ya varios días pensando cómo hacer que el de este año fuera también un cumpleaños inolvidable. La verdad es que estarás conmigo en que es todo un quebradero de cabeza. Si tus hijos cumplen en verano, no suele ser un problema, porque el jardín, el campo y el agua te lo ponen fácil. Pero ¿qué me dices de los cumples en invierno?. Los últimos cumples de Pizpireta los había celebrado en la cochera de casa (es una opción) pero este año había demasiado trastos que despejar y además queríamos hacer algo bien especial. ¡No se cumplen 8 todos los días!. Así que llamé a mi buena amiga Pilar, del Centro de Jardinería Las Jaras y le conté lo que se me había ocurrido: tantas macetas de barro como niños llevaba, pintura, mucha pintura de colores, ¡lavable, claro está!, flores de temporada y tierra, mucha tierra. Pizpireta y sus amigos lo pasaron de cine decorando sus propios tiestos y plantando las flores que más les gustaban. Ni bolas, ni payasos, ni atracones de chuches y sí tierra, aire y mucho espacio para ser creativos y jugar. Una experiencia tan bonita que ¡vamos a repetir,seguro!. 

domingo, 16 de febrero de 2014

Mi retina que hace tic tac. Una polaroid



Janet Hill Ilustración
Se me quejan, se me quejan mucho. “Telarañas tiene el blog”, me acusan. Hasta el papá de las hadas me dice que no puede ser, que no va a consentir que cierre el túnel. Puede que no  lo creas, pero hace unas semanas que ni siquiera abro su cancela, para que no me invada la culpa de tenerlo tan descuidado. Me pueden las prisas, la casa, las clases, las mías y las de las niñas, me reclaman los relatos que escribo, me comen mis propios personajes, se acumula la plancha, quiero pintar la habitación de las hadas. Esos 40 a los que irremediablemente me acerco, me tienen practicando deporte. Ahora recuerdo a mi profesor de gimnasia en bachillerato, “el deporte tiene memoria, Silvia”, pero yo lo engatusaba siempre con excusas varias para saltarme saltar el potro o dar la vuelta al patio. Y vaya si tiene memoria, memoria histórica desde luego.  Si es que  no puedo evitarlo, yo me miro al espejo y todavía me veo con mi  uniforme escolar, con el pelo lacio y el flequillo coqueto, mi carpeta forrada con fotos de Eros, mis ganas de bajar del autocar que me llevaba al cole, semana tras semana, año tras año. Recuerdo como pensaba entonces que mi vida transcurría lenta en el asiento trasero del autobús escolar, pegado mi rostro a la ventana si llovía, si nevaba, si hacía sol. Yo me sigo viendo con la nariz hundida en los libros, tirada en los pasillos de la Universidad. Este dichoso espejo se confunde de persona, esa no soy yo. No es posible que todo pase tan deprisa. Una canción, el mar, mi ciudad qué lejos estás, una amor que vino a quedarse. Y un regalo, que digo, dos. Yo pensando hace nada cuándo volvería a dormir una noche entera, cuándo dejaría de hacer papillas y de oler a mustela. Y ahora me duermo yo antes que ellas, que crecen, cómo crecen. Me dice hace un rato Pizpireta, mi pequeña, toda enfurruñada que por qué se pasa tan rápido el tiempo, fíjate mami que ya se ha acabado el domingo y eso no es justo, mami. Y no, no lo es. Claro que no. Tiempo, párate un rato que me concentre en ese momento de rutina, de felicidad absoluta que solo tu distancia me permite valorar. Yo quiero ser como una polaroid y tener en mi retina (que hace tic tac) todos esos días de rutina, de cansancio, de amor extenuado. Cuando quiera darme cuenta, son las hadas las que suben al autocar. Ellas que sólo anhelan crecer y yo que quiero atraparte. Espejito, espejito.