fotograma del film dirigido por Howard Zieff |
“Hoy ha sido el peor lunes de mi
vida, mami”. Así, de un portazo, se metió ayer en el coche mi
pequeña mujercita de siete años al salir de clase. Sus lágrimas rodaban por su carita mientras su hermana, perpleja,
le preguntaba que qué le había pasado. Cuando consiguió articular palabra nos
explicó lo sucedido: “dicen en clase que quiero ser la novia de Pablo y no es
verdad, es sólo que yo lo quiero como mi mejor amigo. Ahora me van a chinchar y
Pablo no va a querer jugar conmigo ni en el patio y tampoco va a invitarme a su
cumpleaños”. La escuché y la tranquilicé mientras yo misma buscaba la mejor
manera de hablar de sentimientos nuevos con mi peque.
Lo cierto es que se hacen grandes
a zancadas y pensamos que son pequeños pero ya están experimentando
sentimientos nuevos y necesitan que les respetemos. Viven su primer “amor”, un entrenamiento emocional que a los papis nos toca tratar
con respeto, favoreciendo que expresen sus nuevos sentimientos. Recuerdo que en
mi etapa de prescolar, siendo más pequeña que Pitagorina, yo tenía dos novios:
Santi que me traía chuches todos los días y David que me hacía unos dibujos
preciosos y me cuidaba en el patio. Los niños viven su primer amor de
diferentes maneras. A algunos les dura un día, a otros años. Los tímidos lo
viven en secreto y los más espontáneos lo gritan a voces. También los hay que
no lo reconocen y se muestren ofendidos si uno da muestras de saber algo. Es importante respetar todas las
reacciones.
Nuestros pequeños, cuyas
necesidades afectivas están cubiertas en casa, suelen por eso adentrarse en el
mundo de los sentimientos con naturalidad y mucho desparpajo y lo único que
hacen es abrir nuevos vínculos afectivos
con sus iguales. Y eso es muy bueno.
A estas edades, lo viven todo con
absoluta intensidad y cualquier
contratiempo puede ponerlos tristes. Algo parecido a lo que le sucedió ayer a
Pitagorina, que no comprendía sus propias emociones. ¿Qué hice yo?. Sólo escucharla, evitando frivolizar y no
dándole más importancia de la que tiene. Es una preciosa experiencia en la que
mi hija empieza a desarrollar afectos fuera de la familia.
A media tarde, ya se le había
pasado el disgusto y llamó a su mejor amigo Pablo para preguntar algo sobre los
deberes. Tan amigos.
Qué buena reacción. Me quedo por aquí, que me ha gustado tu rincón;)
ResponderEliminarencantada de recibirte Madi¡. Un abrazo del hada del túnel¡
ResponderEliminarMe gusta como expresas las cosas, como escribes. Yo también empecé a amar en la más tierna infancia, y creo que siempre hay que tener "amores" para pasarnos la vida amando y siendo felices.
ResponderEliminarGracias Mercedes. Un beso enorme¡
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