Para nada. Sigo aquí. No me he ido. Paseantes, la mami del túnel anda desbordada y cuando eso sucede lo que se resiente, lo que se abandona, es mi precioso túnel. Con lo que necesito yo acomodarme en él de vez en cuando, escribiendo, abriendo sus puertas de par en par que no es otra cosa que desnudar mis emociones.
ilustración de Galina Zynko |
Estoy ahora escribiendo cual fugitiva mientras Pitagorina hace sus deberes y a interrupciones con preguntas sobre litros, medios litros y cuartos de litro. Pizpireta está en sus clases de ballet. Así que dispongo de escasos minutos para que su hermana y yo salgamos a recogerla.
Las flores están de fiesta. Por fin. Parece que la primavera que se había perdido ha llegado con pompa y haciendo ruido. ¡Qué calor!. Los abrigos y bufandas, las botas altas y los pantalones de pana me miraban atónitos desde el armario, así que no me ha quedado otra que avanzar la temida "operación primavera". Así le llamo yo a la vuelta que le doy a mi casa por estas fechas: cambia la ropa de invierno por la de primavera-verano. ¡Ay, por favor, a mis niñas no les queda bien nada!, retira, lava, y cuelga de nuevo cortinas. No soporto colgar cortinas. Y a fondo, todo a fondo, que necesito abrir las ventanas, abrir las puertas y sentir mi casa fresca. Con la Primera Comunión de Pitagorina a la vuelta de la esquina ando de preparativos de aquí para allá. Mi novela avanza lentamente, mi cocina no sabe qué cocinar con este calor y mi cuerpo me dice que estoy agotada. Será la astenia primaveral. Un beso grande paseantes. Prometo más fuerza.
fuerza reina, como me gusta sentarme a leerte, tanto!!
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