Viernes. Día preferido de la
semana por todos los habitantes del túnel del hada. Aunque hace un frío
horrible y Pitagorina y la que escribe están acatarradas, algo haremos. Para
empezar, unas chuches: dalsy y frenadol.
Los viernes nos damos todos una tregua en
casa, aparcamos mochilas, no solemos hacer planes y disfrutamos de una tarde de
zapatillas y chocolate, para acabar cenando pizza en el salón, con papá y mamá
viendo una peli de dibujos. Por algo Pizpireta se ha levantado hoy al grito de “I
love Friday”. Pero son también algunos los viernes en los que me reúno con mis
amigas y vecinas. Al más puro estilo de “El club de los viernes” unas veces y
otras, las más, rayando “mujeres desesperadas”.
imagen del ilustrador Jordi Labanda |
Todo surgió hace unos cuantos años cuando mi
amiga Mercedes, alma de esas reuniones, decidió que aquí donde vivimos hace o
mucho frío o mucho calor para andar a horas prudenciales en el parque con los
niños. Inaguramos una serie de meriendas itinerantes los viernes, esta semana
en tu casa, la que viene en la mía, sólo aptas para mamis altamente tolerantes
a que sus casas se llenen de caos, desorden, gusanitos y plastilina en el sofá
. No en vano sumamos la friolera de 14 niños entre mis tres buenas amigas y yo.
Y si bien los niños han ido creciendo, ya no cambiamos pantalones porque se ha
escapado un pipi o, sin ir más lejos, colocamos 28 manguitos en 28 bracitos si
es verano, las hemos pasado de todos lo colores y nos hemos reído mucho juntas.
Sí, también nosotras hemos crecido como
amigas, madres y mujeres. Ahora creo que esas tardes de viernes, al calor de
una taza de café y kilos de nocilla y pan bimbo eran y son fantásticas para
nuestros hijos que lo pasan genial juntos pero lo son más para nosotras. Un par
de horas el viernes para reírnos, conversar y si hace falta hasta llorar.
Menuda terapia te ahorras con una tarde así.
No sé si hoy pueda escaparme. Toca en casa de
P. y las rosquillas de su pueblo son irresistibles, pero es que este viernes de
congestión me las tengo que apañar para estar como una rosa a las ocho de la
tarde. Tengo cita con Miguel Hernández y su poema, precioso, las Nanas de la
Cebolla. La semana que viene hay recital de poemas en el cole de las niñas y
Pitagorina me ha apuntado para que participe. Está entusiasmada. Espero que mi
voz esté mejor para entonces. Feliz viernes desde el túnel. No olvides que son
las pequeñas cosas las que agrandan la felicidad de nuestros días.
Gracias amiga por todas esas tardes disfrutadas, por todo lo que os he querido y os quiero.
ResponderEliminarMe habia saltado esta entrada, y me ha gustado mucho, sobre todo porque acabo de terminar de leer los libros del "club de los viernes" y me ha dado mucha envidia, lo siento, pero me encantaría tener unas cuantas amigas a las que no les importara venir a casa a compartir un cafe y nocilla.
ResponderEliminarUn abrazo