martes, 16 de julio de 2013

Un visitante en mi cocina por vacaciones

Ilustración Eric Bowman
Ainns….Lo que cuesta volver. Mis queridos paseantes, ¿cómo estáis?. Disculpad que ando desempolvando el túnel, todavía con la arena de la playa en los pies, con el moreno subido y las maletas que no quieren subir las escaleras. Pero no he podido resistir el saludaros, aunque mi post de hoy tiene más tintes de mi admirada desmadreando que de la tranquilidad a la que os tengo acostumbrados.  Veréis, hay dos cosas de las vacaciones que me aterran: cerrar mi casa y abrirla de nuevo, con todo lo que implica lo primero y lo segundo.  Tengo la suerte de vivir en el campo, eso me dice asiduamente el papá de las hadas. No tengo el mar azul tras la ventana pero sí una inmensa viña verde. Hormigas, mariposas, pajaritos, saltamontes y mariquitas rojas se pasean por mi jardín a sus anchas pero esta vez y sin mi permiso y en mi ausencia, otro animalito de campo se ha colado en mi  hogar: ¡¡¡¡un ratón!!!.
Todavía se me erizan los pelos. ¿Será posible?. Llegar de unos relajados días en la  playa y tener que desmantelar directamente la cocina. Se quedaron las maletas esperando, cómo no, porque yo (“qué exagerada eres, Silvia”, se desternilla mi marido) desmonté cajones, campana, horno y moví y fregué todo lo movible y fregable. Vamos, que mi cocina no ha estado nunca jamás tan limpia.  Pequeño pero lustroso que estaba el animalito. Cazado y expulsado de mis dominios , faltaría más.
Total que he llegado descansada para entrar agotada. Suerte que todavía tengo a la vista otros días de vacaciones. O no. Voy a ver si riego un poquito el túnel y vuelvo prontito con vosotros. Besos, paseantes.


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