Ilustración Eric Bowman |
Ainns….Lo que cuesta volver. Mis queridos paseantes, ¿cómo estáis?.
Disculpad que ando desempolvando el túnel, todavía con la arena de la playa en
los pies, con el moreno subido y las maletas que no quieren subir las
escaleras. Pero no he podido resistir el saludaros, aunque mi post de hoy tiene
más tintes de mi admirada desmadreando que de la tranquilidad a la que os tengo
acostumbrados. Veréis, hay dos cosas de
las vacaciones que me aterran: cerrar mi casa y abrirla de nuevo, con todo lo
que implica lo primero y lo segundo.
Tengo la suerte de vivir en el campo, eso me dice asiduamente el papá de
las hadas. No tengo el mar azul tras la ventana pero sí una inmensa viña verde.
Hormigas, mariposas, pajaritos, saltamontes y mariquitas rojas se pasean por mi
jardín a sus anchas pero esta vez y sin mi permiso y en mi ausencia, otro
animalito de campo se ha colado en mi
hogar: ¡¡¡¡un ratón!!!.
Todavía se me erizan los pelos. ¿Será posible?. Llegar de unos relajados
días en la playa y tener que desmantelar
directamente la cocina. Se quedaron las maletas esperando, cómo no, porque yo
(“qué exagerada eres, Silvia”, se desternilla mi marido) desmonté cajones,
campana, horno y moví y fregué todo lo movible y fregable. Vamos, que mi cocina
no ha estado nunca jamás tan limpia.
Pequeño pero lustroso que estaba el animalito. Cazado y expulsado de mis
dominios , faltaría más.
Total que he llegado descansada para entrar agotada. Suerte que todavía
tengo a la vista otros días de vacaciones. O no. Voy a ver si riego un poquito
el túnel y vuelvo prontito con vosotros. Besos, paseantes.
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