Me río ahora que acaba el día, un
día del revés que ha empezado con la voluntad de la pequeña Pizpireta (5 años)
de reforzar su autonomía y hacer valer su fuerte personalidad. Y eso está
genial y es lo que queremos todos los papis, claro está, cuando no tenemos
prisa.
imagen: libro de arena |
A las ocho de la mañana, la
pequeña no podía levantarse y tal cual me ha dicho: “ayer por la noche mami me
decías duérmete, vamos duérmete que es tarde y ahora por la mañana me dices
despiértate que es tarde, vamos despiértate”. Dicho esto hoy quería vestirse
ella solita “porque no soy un bebé” y yo, atacada, he dejado que lo hiciera
porque lo hace muy bien pese a que, a su edad, los leotardos y el pichi escolar
pueden resultar algo complicado.
A todo
esto, su hermana Pitagorina se ha levantado con molestias en la garganta y
dolor de cabeza y el apiretal está delicioso y es una chuche para mi
peque que ha alegado que seguramente tenía un hueso roto “porque ayer no te lo
dije pero me di un golpe fuerte con la escalera del cole”. El afán de independencia de mi hija se ha
trasladado al desayuno que ella se ha empeñado en prepararse mientras el reloj
corría en la pared de mi cocina. Y claro, como ya era bien tarde, yo andaba ya
de los nervios y he tirado la colonia de las Monster High al suelo que además
de partirse en mil cristalitos me ha dejado el salón de casa impregnado de un
concentrado olor a ¿gótico?. Eso y el llanto de Pitagorina por haberse quedado
sin su apreciado perfume. Bien, ya bajábamos escaleras en dirección a la
cochera cuando Pizpireta se ha acordado de que tenía ganas de ir al baño:
“Ciérrame la puerta del baño,
mami, que necesito mi tiempo”. Ja. De los nervios he llegado tarde al cole. He
necesitado un buen rato para recoger los cristalitos antes de ponerme a
trabajar en casa. Esta tarde, como preveía que algún día iba a pasar, he
confundido los días de ballet de las chicas y he llevado a una con la mochila
de la otra. Así que Pizpireta se ha calzado feliz las zapatillas enormes de su hermana
para danzar. Al llegar a casa, hemos seguido: “y me visto sola. Y me ducho yo, mami. Y no me cortes la tortilla que ya soy mayor”.
¿Será que me aterra que crezca? , menos mal que al acabar el día ya adormilada
en el sofá, me ha dicho: “¿me coges mami y me llevas a la cama? Es que todavía
soy pequeñita”. ¡Lo que quiero a estas enanas¡.
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