viernes, 20 de abril de 2012

Mi particular club de los viernes


Viernes. Día preferido de la semana por todos los habitantes del túnel del hada. Aunque hace un frío horrible y Pitagorina y la que escribe están acatarradas, algo haremos. Para empezar, unas chuches: dalsy y frenadol.
 Los viernes nos damos todos una tregua en casa, aparcamos mochilas, no solemos hacer planes y disfrutamos de una tarde de zapatillas y chocolate, para acabar cenando pizza en el salón, con papá y mamá viendo una peli de dibujos. Por algo Pizpireta se ha levantado hoy al grito de “I love Friday”. Pero son también algunos los viernes en los que me reúno con mis amigas y vecinas. Al más puro estilo de “El club de los viernes” unas veces y otras, las más, rayando “mujeres desesperadas”.
imagen del ilustrador Jordi Labanda

 Todo surgió hace unos cuantos años cuando mi amiga Mercedes, alma de esas reuniones, decidió que aquí donde vivimos hace o mucho frío o mucho calor para andar a horas prudenciales en el parque con los niños. Inaguramos una serie de meriendas itinerantes los viernes, esta semana en tu casa, la que viene en la mía, sólo aptas para mamis altamente tolerantes a que sus casas se llenen de caos, desorden, gusanitos y plastilina en el sofá . No en vano sumamos la friolera de 14 niños entre mis tres buenas amigas y yo. Y si bien los niños han ido creciendo, ya no cambiamos pantalones porque se ha escapado un pipi o, sin ir más lejos, colocamos 28 manguitos en 28 bracitos si es verano, las hemos pasado de todos lo colores y nos hemos reído mucho juntas. 

 Sí, también nosotras hemos crecido como amigas, madres y mujeres. Ahora creo que esas tardes de viernes, al calor de una taza de café y kilos de nocilla y pan bimbo eran y son fantásticas para nuestros hijos que lo pasan genial juntos pero lo son más para nosotras. Un par de horas el viernes para reírnos, conversar y si hace falta hasta llorar. Menuda terapia te ahorras con una tarde así.
 No sé si hoy pueda escaparme. Toca en casa de P. y las rosquillas de su pueblo son irresistibles, pero es que este viernes de congestión me las tengo que apañar para estar como una rosa a las ocho de la tarde. Tengo cita con Miguel Hernández y su poema, precioso, las Nanas de la Cebolla. La semana que viene hay recital de poemas en el cole de las niñas y Pitagorina me ha apuntado para que participe. Está entusiasmada. Espero que mi voz esté mejor para entonces. Feliz viernes desde el túnel. No olvides que son las pequeñas cosas las que agrandan la felicidad de nuestros días.

2 comentarios:

  1. Gracias amiga por todas esas tardes disfrutadas, por todo lo que os he querido y os quiero.

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  2. Me habia saltado esta entrada, y me ha gustado mucho, sobre todo porque acabo de terminar de leer los libros del "club de los viernes" y me ha dado mucha envidia, lo siento, pero me encantaría tener unas cuantas amigas a las que no les importara venir a casa a compartir un cafe y nocilla.

    Un abrazo

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