jueves, 1 de diciembre de 2011

Llegan días para pensar, ser, compartir y amar


Pronto organizaremos en el cole de mis hijas un pequeño mercadillo solidario. Hace ya unos años que los alumnos de infantil escogen uno de entre los juguetes que tienen en casa y lo colocan en una preciosa caja de regalo para hacerlo llegar a otros niños que no tienen tanta suerte como ellos.

Este año, además, se ha propuesto extender la propuesta a los alumnos de primaria, secundaria y Eso para que aporten material escolar y o productos no perecederos como pasta, arroz, conservas, mantas, ropa o calzado. Intentaremos coordinarnos para que todo llegue a quienes más lo necesitan por mediación de alguna ong o la misma parroquia del pueblo.

Pitagorina me ha preguntado si es que los niños de África no hacen carta a los Reyes o por qué los Reyes Magos dejan tanto aquí y tan poco allá. No hace falta irse a África, que también, pero a nuestro alrededor hay muchísima gente que está necesitada.

Yo me pregunto si ahora que llega la Navidad y nos volvemos voraces consumidores, no deberíamos pararnos a reflexionar en el sentido que debieran tener estas fiestas para nosotros. La generosidad, el compromiso, la amabilidad, el sentido de la familia o de la amistad. Son esos los valores que deberían acompañarnos estos días que vienen. Todos los día del año.

A mí particularmente me gusta muchísimo la Navidad, en especial desde que soy madre y eso que me genera un sinfín de emociones. Dicen que los adultos vivimos la Navidad por cómo la disfrutamos de niños. Yo recuerdo mucha familia en casa, los canelones de mi tía, comer turrón de chocolate antes de la cena, a mis primos revoltosos, a los vecinos que llegaban después con panderetas y zambombas y la ilusión de los reyes magos que venían con uno o dos regalos que yo recibía con entusiasmo. Recuerdo las misas del gallo, los festivales de villancicos del cole, el frío y mis manos en la estufa de butano que había en casa y a mamá cantando villancicos hasta perder la voz. Recuerdo hasta a los que no están y no olvido la alegría de mi tío Jesús ni los ojos verdes, de otro mundo, de mi primo Eduardo.

Hoy que vivo tan lejos de mi familia, no puedo evitar intentar que mis hijas sientan la Navidad como la he sentido yo y en casa ponemos el Belén, el árbol y encendemos luces por doquier. Me dan ganas de organizar meriendas y encuentros con los amigos y vecinos que son aquí nuestra familia.Ya estamos cantando villancicos. Tenemos que viajar y recorrer medio país para estar con los nuestros. Muchos de nosotros somos afortunados y se nos olvida. Que no te falte la sonrisa, que des los Buenos días a aquellos con los que te cruzas, que abraces y que beses, que digas a quien quieres que los quieres y que no dejes de hacerlo nunca. Ya ves, me ponen sensible estos días y todo esto me ha salido sólo para pedirte que te unas a la iniciativa de compartir con los que menos tienen y te acerques o preguntes en tu empresa, cole de tus hijos, parroquia o asociaciones diversas si pudes ayudar con tu aportación. Un beso muy fuerte.

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