sábado, 16 de febrero de 2013

Educar: el castigo como último recurso


"Esta semana están castigados sin ver la tele, esta están castigados sin la nintendo, no, esta semana están castigados pero todavía no sabemos sin qué o con qué". Sin chuches, sin salir a montar en bici, sin su postre preferido, sin cromos, sin, sin, sin o con, con y con. Así conozco a más de un papá y una mamá que me cuentan semana sí, semana también cómo la última trastada de su hijo/hija ha acabado en castigo. 
Pitagorian y Pizpireta se quejan de que no las castigamos. Sí, sí, de vez en cuando nos dicen ¿por qué no nos castigáis?. La verdad es que las hadas del túnel son bastante buenas y raras veces nos han dado serios motivos para castigarlas. Claro, cómo no, que han sufrido sus pataletas y rabietas en el supermercado y que como buenas hermanas que se quieren y están a todas horas juntas se chinchan a todas horas. Pero, cierto, no hemos sido sus papás mucho de castigarlas. El castigo es una estrategia educativa al uso pero yo quiero siempre verla como el último recurso. Y pienso que para evitar el castigo de mañana hay que educar, advertir y prevenir hoy.
Ilustración: Isabelle Arsenault
Se ríe mi amiga Manuela cuando le cuento que advierto a mis pequeñas cuando veo que la cosa se pone difícil y yo ya estoy acabando con mi paciencia: "Niñas, cuidado. Mami está ya un poco nerviosa y si seguís así voy a enfadarme seriamente. No lo digo más niñas, mami no está hoy de buen humor, así que id bajando la voz". A mi me funciona fenomenal "el aviso", como yo lo llamo.
Es que yo al castigo per se le veo muchísimas desventajas, o al menos me sugiere muchas dudas. Por ejemplo:

¿Es eficaz porque genera miedo? ¿ Puede contribuir a que nuestros hijos nos oculten las cosas y nos mientan? ¿sirve realmente para enseñar algo? ¿reafirma sinceramente la autoridad de los papás? ¿pierde su eficacia por ser reiterado?. 
Una de las amiguitas de mi hija mayor siempre le dice risueña que está castigada, como el que oye llover, como el que come pan con chocolate para merendar. Si bien, hay veces que puede ser más que justificado, deberían darse algunas circunstancias para que sea eficaz:

  • Debe ser excepcional. Nuestro último recurso después de probar otras alternativas. ¿Dialogamos?
  • Debe ser puntual y no reiterativo. Es absurdo aplicar un castigo de forma frecuente por lo mismo.
  • Por favor, que papá y mamá estén de acuerdo.
  • Debe ser inmediato. Los niños deben entender qué no se ha hecho bien y proporcional y justo.
  • Los papis tenemos que dar ejemplo. Si estás diciendo palabrotas en casa, no puedes regañar a tus hijos cuando ellos las repitan.
  • Y ya que castigamos, nos aseguramos de que ese castigo enseña algo.
  • Cuidado. Nuestros hijos deben saber que castigamos una conducta determinada y no a ellos como personas. 
Me quedo con las palabras del doctor Guillermo Ballenato: El castigo pierde su validez si se aplica de forma inconsciente, pero puede resultar eficaz si ha sido coherente, puntual, avisado, razonado, justo e inmediato,

Si educamos desde la más tierna infancia con afecto, responsabilidad y confianza, los castigos pueden ser prácticamente innecesarios. Aunque, como siempre digo, educar es tan difícil como pescar estrellas.


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